De chico quería ser astronauta, viajar al infinito en una cápsula como la de Carl Sagan, visitar a las chicas Pléyades, ajustar el cinturón de Orión y de paso enrolarme en la lucha contra las tropas imperiales o los Cylones, esos malechores… Por razones presupuestarias nacionales y gracias a una incapacidad natural para comprender las ciencias duras, tan importantes en la vida del cosmonauta, mi carrera espacial tuvo poco vuelo. Lo mas parecido que conseguí al tablero de mando de una nave, es un puñado de sintetizadores, samplers, efectos de guitarra, una compu y un profundo amor por la ciencia ficción, su estética visual y sonora, y su obsesión en la búsqueda de nuevos y mejores mundos.
Mi viaje se situó en las salas de ensayo, donde mi afán modernista chocaba con el realismo poco mágico del rock de los 90; en las universidades en las que estudié mucho pero nunca me recibí de nada; y en la profesión de diseñador gráfico, donde por momentos lograba convencer a algún cliente de que una estética Sci-fi era la salvación para su negocio. La música también fue encontrando su cauce, luego de encontrarme con otros astronautas fracasados.
Las imágenes que más me gusta hacer, por más que utilizan elementos estéticos del retrofuturismo y emulan digitalmente procedimientos técnicos de impresión propios de los años 50´s y 60´s, intentan una mirada hacia el futuro, lejos de la ciencia y del ideal imperante de evolución tecnológica. Por el contrario, se valen del absurdo, la abstracción y el ridículo para lograr una mezcla incorrecta, aparentemente incoherente de los lenguajes gráficos, que las comunicaciones visuales mas lineales, enfocadas a la venta de bienes o servicios, por lo general, no se permiten.
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