Mi Nave-Tristeza (por Matías Gallardo – Polvo Bureau – name your price)
Un recorrido indie pop climático e introspectivo cercano a algo que podría definirse como “NO-felicidad” o “casi felicidad”.
Muchas veces el proceso por el cual escucho música no es así, pero esta vez los pasos se dieron uno por uno. Lo primero que me llegó del tercer disco de Mi Nave fue el título: “Tristeza”. Una sola palabra cargada de mucho contenido, algo capaz de transmitir imágenes y lugares reconocibles para cualquiera sin si quiera haber escuchado una nota. Casi qué diría que ya sabía que esperar, qué iba a escuchar.
Abrí el link que me mandaba al sitio donde estaban las canciones y, lo segundo, fue la portada. Ahora las cosas se empezaban a tornar confusas, porque uno hubiese esperado colores oscuros o fotos apagadas, o noche o elementos sin forma. Pero no. La imagen del disco es un cielo azul y un fondo verde sobre el que posa una dama cuyo rostro no es fácil de encasillar dentro de una emoción.
El tercer paso fue la música, ahí se terminó de desordenar la cuestión. Las etiquetas se deformaron y ya no sabía cómo abordar lo que escuchaba.
Todo eso es el primer gran acierto, porque el disco te obliga a interactuar con él desde mucho antes de poner play. Convierte la escucha en un ida y vuelta, en un constante juego de significación y re significación.
Una vez entendido esto, una vez dispuesto a entrar en el juego que planteaba la banda, me di cuenta que ya era demasiado tarde para volver. La tristeza de la que estaban hablando estos muchachos (y que al escuchar la música parece diluida) era mucho peor, porque se estaban refiriendo a algo peor.
La música de este disco, estaba -al igual que la sensación experimentada por el oyente- atravesada por un sentimiento de incertidumbre. Las emociones que emanaban esas melodías iban marcadas por algo que era distinto al rótulo “Tristeza”, y mucho más cercano a algo que podría definirse como “NO-felicidad” o “casi felicidad”.
El disco termina por destilar esa impotencia de mirar un paisaje hermoso desde el otro lado del vidrio, sabiendo que eso nunca se va a alcanzar; de estar tan cerca pero paralizado; de ese sol de invierno que está pero que no calienta.
Ahora, habiendo escuchado un poco, el cielo de la portada no era tan celeste como la primera vez que lo vi, y el verde de atrás de la mujer se veía bastante descolorido, a medías entre lo que podría ser y lo que era. A la señora se la notaba claramente forzando la situación, con un animal muerto en sus hombros que se adueñaba de la escena. Porque eso es este disco: la presencia de la oscuridad, de lo no vivo, de lo destructivo escondido atrás de lo que parece la mueca de cartón de una forma que “mantiene sus proporciones adecuadas para cumplir sus deseos”, como ellos mismos dicen en la canción “GIF” (quizá la que más incomodidad causó al autor de este artículo).
Ese es otro gran acierto: las canciones de “Tristeza” son capaces de rondar el espacio indefinido de las emociones, caminando por las fronteras difusas e imaginarias que un lenguaje limitado nos impone, y transmitirlo.
La producción del disco estuvo, al igual que en los dos trabajos anteriores, a cargo de la banda, sólo que esta vez sumaron a la mesa de trabajo a Diego Acosta. Probablemente porque se note la mano del productor, tal vez por voluntad de la banda misma (o por las dos cosas), “Tristeza” es un disco de una naturaleza distinta a los anteriores; mucho más calmo e íntimo. Las guitarras distorsionadas dejan lugar a texturas sonoras más pobladas y menos nerviosas, tal vez más maduras. La música pareciera ocupar nuevos espacios adentro del oído del oyente, como si hubiese mayor presencia de vibraciones sonoras empapelándolo todo.
Las voces en “Tristeza” ocupan un papel casi protagónico, cuestión que se manifiesta en dos aspectos, primero, en que la presencia de la misma es mayor que en otros discos y, segundo, por el trabajo que tiene encima. Además, las vocales son otro instrumento que colabora con el ambiente sonoro y las imágenes literarias (se me viene a la cabeza “En la vereda, decapitados/ de la mano vamos caminando” de la canción “Cereza”).
“Tristeza” es un recorrido multidireccional con un camino sugerido, pero con un millón de senderos que aparecen, desaparecen y se superponen con cada nueva escucha. Un camino que vale la pena hacer varias veces.
“Mi Nave” deja su marca en uno de esos lugares de nuestro interior que sabemos que está ahí pero que no conocemos. Son colonizadores de lo invisible (por Matías Gallardo)