Cloudkicker-Solitude (x Andrés Oddone – name your price)

El nuevo material de Cloudkicker rompe en partes el rock, desmenuzando los pedazos como con las manos, con toda su potencia física.

En este año taaaaan jodido nos ha tocado repensarnos, desde todas las perspectivas, y la música lejos está de quedar exenta de esa revisión.
Pero viéndolo bien, lo primero que me viene a la cabeza es que ya desde antes las cosas estaban en un punto más que complicado, tanto en lo que concierne a la actividad de los artistas como trabajadores de la cultura, como a la de la expresión musical en sí.
La verdad es que varios años antes de la pandemia, el crisol de lenguajes posibles en lo musical fue mermando en su caudal (por más que se sumaron creadores en cantidad), quizás por un fenómeno que corrió en líneas paralelas: mientras el mercado y los servicios de streaming obligaron más y más a los creadores a afinar el lápiz, a dibujar ciertos trazos específicos que son los que pueden”funcionar comercialmente” (hasta en lo que es mezcla y mastering han marcado el pulso), los artistas fueron achicando su nivel de experimentación, sin querer, desde la inconsciencia, por un intento tímido que nace del fundamento más lógico: todos tenemos que pagar la renta.
Antes de la pandemia ya la cosa estaba cagada, y eso generó que muchos estilos musicales pierdan su brillo. Entre los más golpeados ha estado la electrónica, uno que hace una década (y durante algunas anteriores) fue el que más nuevos estilos dio, el que marcó la vanguardia en muchos sentidos; pero este tiempo adaptó sus modos en mil formas para tratar de pertenecer al círculo de lo funcional, para vender, aunque sea en nichos pequeños. Eso, además con la pandemia se ha vuelto infernal, por que al menos muchos de esos artistas vivían de tocar en clubes y pequeños festival de sub estilos puntuales (porque de vender discos no ganan nada o casi), y lógicamente ahora no lo pueden hacer.
Pero más allá de la música como actividad laboral, lo que más ha sufrido es la expresión musical en sí. Es como que estos últimos años la evolución / mutación de estilos se hubiera desacelerado hasta casi el STOP.
De manera insólita, en medio de esa foto, pudimos ver como el rock ha refrescado sus expresiones, experimentando y mezclando diversas tendencias, logrando colores que renuevan. El rock, ese bicho inasible, iracundo, viene tirando potentes patadas, justo cuando cantidad de medios y periodistas se han cansado de decir a los gritos “el rock está muerto”. Quizás por ello, por la falta de perspectiva (y por eso mismo hacer imposible o improductiva cualquier especulación), muchos artistas del rock han levantado vuelo para encontrar poder en nuevos espacios sonoros y compositivos.
Prueba de esto es lo que podrán escuchar en “Solitude”, nuevo material de Cloudkicker, grupo del músico estadounidense Ben Sharp, que viene publicando obra desde el año 2007.
En este nuevo álbum, “Solitude” hace una jugada que estira los bordes del rock más aspero, fusionando noise de ese arenoso que se te mete por los poros, metal pesado y denso como para mover la cabeza hasta que se te salga de cuajo, momentos post rock nostálgicos, drone cinemático, todo funcionando entre cambios que exponen un nivel altísimo en lo compositivo, con ese detalle que se logra solo desde lo cerebral profundo, escribiendo / planeando todo antes en un papel, más desde la óptica del dedicado nerd diseñador que la del rockero desenfrenado.
Y de paso, “Solitude” también le hace un bien a la electrónica, por más que en este disco no van a escuchar ni un solo sonido que puedan asumir que viene de ese plano musical; pero la excelente producción del disco solo puede ser posible gracias a un gran manejo de la maquinaria. El sonido en general de este álbum te pone a pensar en grupos del shogaze y el noise más jugados, como My Bloody Valentine, por el puntilloso diseño de paredes sonoras que te empujan mediante el brillo del ruido blanco, pero que igualmente contiene miles de cosas ocurriendo dentro; como si esa pared tuviera una notable tridimensionalidad, con seres de todos los colores moviéndose en impulsos epilépticos, haciendo fuerza por surgir de las sombras.
Un dato bien importante es que Cloudkicker trabajó “Solitude” entre los meses de marzo y junio de 2020, y por ello tiene toda la carga de furia, pasión, angustia… pero principalmente la misma incertidumbre que tenemos todos, lo que quizás da a esta música la posibilidad máxima, la de la libertad; porque frente a lo que no se sabe no queda de otra que apelar a lo más visceral, a nuestra verdad intrínseca. Eso se escucha en el álbum, juego con las emociones y lo mental, sin el límite ni las mentiras que impone el mercado. Y eso hoy, justo hoy, se agradece muy mucho (x Andrés Oddone)

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