Nillo and Sentidor-Sibö (por Candelaria Díaz Gavier – Supololo – name your price)
“Sibö” está compuesto con herramientas virtuales que, si es que podemos sostener esta causalidad apresurada, tienen mucho que ver con lo etéreo y sugestivo de su sonido. Pero aún sin enterarnos de los detalles técnicos que, como siempre, se las arreglan para esconderse un poco detrás de mensajes, escuchamos este álbum como si fuéramos de esos exploradores ya anacrónicos de mundos desconocidos.“Sibö”, el nombre de este disco que hace honor al dios omnipresente de la cultura talamanqueña, a la potencia creadora, es un proyecto que efectivamente crea un mundo. Sin pretender enrarecer con palabras lo que en este disco Nillo y Sentidor proponen con música, más vale aceptar ese pacto implícito de naturalidad en el que la música nos deja tranquilos diciéndonos “este es el mundo”. La música propone un entorno, y no se puede escucharla si no es creyéndole esa objetividad que, de alguna manera, estos artistas buscan en el juego con los procedimientos del ambient o del IDM. Cada vez que la música y el arte buscan la objetividad, es decir, buscan la verdad de las cosas, uno puede desconfiar de lo engañoso (porque quién sabe qué son las cosas en sí mismas, antes de que las escuchemos), o bien, uno puede descansar en la paz de un mundo que existe serenamente, que no teme explicarse a sí mismo. La apuesta de “Sibö” consigue el sonido de esa serenidad que tiene el mundo en los rituales chamanísticos, pero sin temor a que esa potencia serena decaiga con la experimentación técnica y artística. Algo podemos aprender en este disco: lo “experimental” es, de una u otra manera, el único lugar posible donde ser ancestral y moderno al mismo tiempo.
Hace falta esa doble paz, la que acepta la experimentación técnica como la que acepta la curiosidad por lo original y olvidado. Hace falta para que la complejidad de la realidad sea tolerable. Ese efecto tiene el singular sonido de este disco producido por el sello Supololo, en el que aún el “Lamento del chamán” contiene cierta ternura y le imprime un ritmo y una cadencia quizás bien distinta a la que podríamos imaginar en un “lamento”. Finalmente, la composición musical de un “entorno” –ancestral en sus mensajes y moderno en sus formas (y al revés también, porqué no)– imita al silencio, al silencio real que es ese murmullo imparable de todo lo que existe. Y entonces todo lo que compone el sonido de su silencio, desde el canto ritual del chamán, la percusión de instrumentos nativos, hasta registros de radios o los efectos conseguidos con Ableton Live, ya se integran al mundo como si siempre hubieran estado ahí. João Carvalho (Sentidor) y Johnny Gutiérrez (Nillo) crean la posibilidad de escuchar, en la matriz anónima de lo cibernético, un rincón muy específico del silencio: ese que se escucha en el Cantón de Talamanca en Costa Rica y/o en Belo Horizonte, Brasil. Lo experimental de su música también nos deja permanecer en ambos sitios a la vez. Tal como si fuera uno. Como Sibö, que es dios y es uno (por Candelaria Díaz Gavier)