Mizuki Amapola-Mizuki Amapola / En vivo I (por Matias Gallardo – name your price)

Emocionalidad pegadora, retazos melódicos sutiles, levedad ensoñadora y líricas que hablan de lo simple, son los fragmentos que dan forma a estas canciones.

Entonces aparece la soledad. Con ella vienen las palabras que podríamos haber dicho, y saltan a nuestra cabeza escenas en las que tuvimos la posibilidad de hacer de nosotros otra cosa; aunque aun pudiendo rechazaríamos la chance de cambiar. Lo conocido adquiere un aspecto fantasmagórico, y lo que alguna vez nos hizo feliz es ahora la cara de nuestras desdichas. Todo lo que no pasó y lo que pudo haber sido empieza a retumbar adentro nuestro. De a poco, el mundo se va haciendo gigante y hostil, y nos reconocemos diminutos entre el correr frenético de una multitud que no tiene piedad. Nos inunda la certeza de que ese exterior está hecho para hacer doler, para lastimar. Nuestra velocidad disminuye, nuestra vida se muda para adentro. Aunque tenemos suficientes hipótesis sobre cómo ponerle fin, no basta, porque nunca fue suficiente reconocer el problema, o porque quizá, simplemente, no tenga solución. Por momentos nos olvidamos, de hecho soñamos con el olvido; pero aquello que funciona mal, y que no tiene nombre, está en todas partes. Ningún tipo de consuelo alcanza, y terminamos preguntándonos cuándo fue que todo empezó a deformarse, en qué momento la vida se convirtió en esto. El miedo nos paraliza, el dolor nos paraliza, y lo único que queda es esperar, permanecer, ¿sobrevivir?
Es desde este estado de suspensión, de quietud, desde este frío que congela la voluntad, donde empieza el viaje que nos trae Mizuki Amapola. El disco (del mismo nombre que la banda) hace un recorrido de afuera hacia adentro que se va encerrando sobre sí mismo, y una suerte de claustrofobia impregna todo. Los Mizuki bajan al pozo de los miedos y transforman la incomodidad de existir a destiempo en canciones que llevan dentro la belleza de la melancolía y la nostalgia (en una mezcla de proporciones indefinidas). Canción a canción, las cosas van perdiendo sus formas, y lo inmaterial pasa a ser protagonista. Escucha tras escucha, el manto de ternura primigenia, que casi roza la ingenuidad, se corre para dar paso a la oscuridad, a la angustia. Porque este disco habla de un interior desencantado. Porque las canciones no tienen fuerza ni tiempo para pedir la paz mundial cuando ésta no existe en el pecho. Porque hay una ciudad de diferencia entre eso que vive la cabeza y la realidad que está de sobra. Porque el cansancio no se cura durmiendo.
Podríamos hablar de una suerte de minimalismo (a fuerza de buscar una palabra más elegante que simpleza) para referirnos a la marca particular de la música de Mizuki Amapola. Guitarra, bajo y batería son la evidencia de un ADN punk que es transgredido por la ausencia de distorsión y la presencia de los, para nada invasivos, sintetizadores de Ismael Verde; lo que termina por depositar a la banda en ese lugar donde el rock, el pop y las pinceladas de música electrónica se funden. Probablemente es en “En vivo”, un material grabado en agosto de 2017, y que tuvo vida en este 2018, donde somos testigos de la fuerza más punk / indie del grupo. No hay nada forzado en la música de Mizuki. Con melodías sumamente agradables al oído y la voz, de una delicadeza luminosa (prestar atención a los temas “toma 4”, “Antes de dormir” y “Dos semanas”) de Camila Callieri, en cuyo contraste con la tristeza de las letras, esta una de las claves para que la banda sea lo que es: Mizuki Amapola levanta la bandera de la canción.
Otro punto que merece mención es el arte de tapa, ilustración a base de blancos y negros, materializa en una imagen la simpleza, pero también el encierro que es el universo de la banda; un lugar donde los objetos inanimados, a fuerza de una convivencia, por habitar el último lugar seguro en el mundo, parecieran tener vida y personalidad y estar en movimiento.
Mizuki Amapola nos trae un conjunto de canciones que tienen origen en el aislamiento, que destilan decepción y dulzura; que vibran de angustia pero brillan de encanto. Nos recuerdan que algo ahí afuera no funciona como debería y que el mundo no va a cambiar. Que estamos solos. No sabemos si algún día habrá solución para el dolor que significa la mera existencia. Pero mientras tanto, siempre va a existir el refugio de la música (por Matias Gallardo)

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